venerdì 1 maggio 2009

Traduciendo a Emily

The Sea said «Come» to the Brook —
The Brook said «Let me grow» —
The Sea said «Then you will be a Sea —
I want a Brook — Come now»!

Muchos poemas de Emily Dickinson me han gustado, varios me he señalado para releer, algunos transcribí en su día en algún papel que luego tiré. Pero sólo uno me he aprendido de memoria: éste, el 1210.

Me familiaricé con él en un momento dramático, cuando el dolor de Carlo y Alessia por Ilario, que con un año y medio se les había muerto, estaba en carne viva. Por eso de las dos estrofas del poema me ha interesado sólo la primera. La segunda es menos intuitiva (The Sea said «Go» to the Sea — / The Sea said «I am he / You cherished» — «Learned Waters — / Wisdom is stale — to Me»).

El poema 1210, como todos —o casi— los de Emily Dickinson, trata de la muerte. “Todos los torrentes van al mar, pero el mar no se llena”, observa Qohelet con su característica reticencia. Es un dicho en el que seguramente Emily se inspiró. Josemaría Escrivá de Balaguer acaba su libro Es Cristo que pasa precisamente con esa cita, pero la pone en el consolador contexto de la misericordia de Dios. “Eres mar de inagotable misericordia: «los ríos van todos al mar y la mar no se llena»”, escribe justo antes del punto final.

El verano pasado leí una traducción de Silvina Ocampo de ese poema de Emily Dickinson: una traducción muy literal que me pareció que le quitaba gran parte de su efecto. En fin, que me he permitido hacer otra, limitada sólo a la primera estrofa.

La mía es ésta:

«Ven», oyó al mar el arroyo.
«He de crecer», respondió.
«Ven ahora», oyó de nuevo:
«Quiero un arroyo, no un mar».

Tampoco mata, de acuerdo. Pero es gratis.

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