sabato 30 maggio 2009

El río

Mi generación tuvo El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio, como lectura escolar obligatoria. Me gustó entonces, en la adolescencia; y cuando lo he releído, al cabo de muchos años, ha vuelto a gustarme: contrariamente a lo que otros han escrito, a mí su técnica fenomenológica, objetivista, no me parece ni sesgada ni insulsa.

El Jarama comienza con una breve descripción (pocas líneas) del curso del río Jarama desde su nacimiento hasta el punto en que se cruza con la carretera nacional de Madrid a Barcelona, a dieciséis kilómetros de la capital. En ese lugar se desarrolla la acción de la novela, que tiene casi cuatrocientas páginas y dura un solo día: un domingo. Terminada la jornada, el libro reanuda la descripción del río (otras pocas líneas), hasta su desagüe en el Tajo y finalmente en el océano Atlántico.

El río es imagen de la vida. Es fluidez y sinuosidad. Es un presente que está determinado por el pasado y que a la vez determina el futuro. Y el recodo del río Jarama en el que se coloca la novela es imagen del recodo de la vida que representa, para cada personaje, ese domingo de agosto: un punto de la trayectoria por la que la vida les lleva.

Once jóvenes de un barrio obrero madrileño van a pasar el día al Jarama. Cada uno es cada uno, distinto de los demás. Sin embargo, los registros individuales, aunque reconocibles, quedan como en sordina, integrados en una personalidad colectiva, coral, que es la verdadera protagonista de la novela. Del retrato de conjunto emerge implícitamente la crítica: el retrato, realista y deliberadamente distanciado, es el de una sociedad pobre sobre todo en expectativas.

Más aún, el modesto horizonte del día de fiesta en el Jarama acabará trágicamente. En ese momento aparecerán otros personajes (unos estudiantes universitarios —entonces una casta minoritaria—, un juez, unos guardias civiles) que acentuarán el contraste entre la realidad social, representada por el "coro" de jóvenes obreros, y la insensibilidad oficial.

Sánchez Ferlosio publicó El Jarama con sólo 27 años, en 1955 (la foto, en la que sale con Carmen Martín Gaite, entonces su mujer, es de ese año). Ha pasado medio siglo y la novela se sigue leyendo: su última edición es de hace pocos meses (Destino, 2009).

Como el río del que toma el nombre, ha rebasado la época que retrata y sigue su curso hacia nuevos recodos de la historia: como el actual, no menos avaro de fe en el futuro y no menos necesitado de un despertador moral.

Nessun commento: