Yo iba delante, al lado del conductor. Mis dos compañeros de taxi hablaban en el asiento de atrás. Uno era un estudiante de Medicina que venía a ver a su familia, como yo. El otro era un hombre de unos treinta años que acababa de dar un curso de marketing de seis días en otra ciudad, por cuenta de una academia de la que me sonaba haber visto anuncios en el metro.
“La gente se piensa que producir y vender son lo mismo. Y cuando llegas y les explicas tres o cuatro cosas..., nada, lo básico, al principio te toman por un marciano...”.
En aquellos tiempos, más o menos una vez al mes yo volaba a mi ciudad el sábado por la noche para pasar el domingo en casa, y siempre al llegar al aeropuerto, que queda bastante lejos de la ciudad, cogía el tren. Aquel día había huelga de trenes, pero me había organizado con otros dos pasajeros para compartir taxi.
“Eme, Be, O: Management By Objectives, ésta es la clave, hoy en día, si quieres conseguir algo”, seguía diciendo, locuaz y seguro de sí, aquel manager de managers.
Habíamos llegado. El taxista nos ayudó a descargar las maletas y masculló el precio de la carrera: cuarenta euros. Yo le di quince y el otro estudiante otros quince. Nuestro experto en la ciencia de la empresa le dio diez y le pidió una factura para poder justificar el gasto en su academia.
Naturalmente, el taxista se la hizo por cuarenta euros. “Hágasela de diez”, pensé. Sólo lo pensé: hay cosas que se piensan pero no se dicen.
Nessun commento:
Posta un commento