venerdì 26 dicembre 2008

Romántico Newman

Pues no, la foto engaña: no es la Nochebuena lo que estoy celebrando. Pero, ya que estamos, deseo, a quien leyere, unas felices fiestas (lo que queda de ellas) y un sereno 2009.

Esa foto fue tomada hace dos meses en Londres, donde pasé unos días trabajando. Hay en Londres, junto a Westminster Cathedral, un pub singular, el Cardinal’s Pub, decorado con fotos... sí, de cardenales: ¿qué pasa, es que no se puede? El actual cardenal de Londres tiene allí también su foto, o sea que supongo que no desaprueba que, en vez de cantantes, sean cardenales católicos los que, con sus solemnes efigies, decoren ese pub.

Nathan, Álvaro y yo nos hicimos una foto delante del cardenal Newman, de quien, mira por dónde, acabo de oír que va a ser beatificado. He pensado que la noticia justificaba dedicarle un post, y ya que tenía la foto...

Como escritor, John Henry Newman fue un pensador profundo y un pastor enardecido. Fue también un polemista brillante en diálogo constructivo con la cultura de su tiempo. Además, y esto seguramente es menos conocido, Newman, el futuro beato Newman, escribió algún tratadillo literario en la línea de Coleridge y los románticos ingleses. Y, en fin, cultivó también la práctica directa de la poesía.

El sueño de Geroncio es su poema más célebre. De esa larga composición, una especie de Balada del viejo marinero con ángeles y cielos en lugar de espectros y mares, existe una traducción reciente de Gabriel Insausti (Encuentro, 2005: edición bilingüe inglés-castellano). Naturalmente, en inglés está también en internet.

El poema trata de la muerte y el comienzo del más allá. Pero, ojo, sólo el comienzo.

Porque, por una parte, Geroncio, al morir, se encuentra con una realidad totalmente nueva:

No se oye ya el correr del propio tiempo
ni mi jadeo o mi esforzado pulso,
ni un momento difiere del siguiente...


Pero, a la vez, Geroncio no está desligado de su condición anterior: aunque no lo siente, se reconoce todavía en un cuerpo; oye la oración fúnebre con que se le despide en la tierra; habla, por analogía, del espacio y del tiempo, aunque entiende que está libre de ellos. Gabriel Insausti, comentando el poema, ha subrayado el interés del romántico Newman por mostrar la continuidad del yo en el paso de la vida a la muerte, frente a otras concepciones más limitadas de la subjetividad a las que, en Inglaterra, el empirismo había dado pábulo. De ahí su escatología apenas incoada.

O sea, El sueño de Geroncio no es La divina comedia: digamos, usando categorías teológicas, que Geroncio es captado en el instante infinitesimal que transcurre entre la muerte y el juicio particular, mientras que Dante, si no me equivoco, visita los escenarios escatológicos después del juicio universal.

Quizá por eso El sueño de Geroncio, con todo su aparato angélico y su reconfortante visión del más allá, me deja algo frío. “Ok, todo eso está muy bien, pero ahí..., ¿dónde está Dios?”, he pensado.

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