venerdì 19 dicembre 2008

A través de las rejas (cuento de Navidad)

Recortada sobre el cielo en el punto más alto de la ciudad, parece un palacio o un cuartel. Es la cárcel. Porque así como hay ciudades coronadas por una catedral, ésta tiene por remate una prisión, para demostración y ejemplo de justicia: de camino al centro urbano, la gente pasa por delante, atravesando la alameda a la que se asoma la fachada, y sin proponérselo repasa mentalmente su aspecto personal, su historial médico, su conducta reciente, con miedo de descubrir algo censurable.

Una mujer joven y un niño, pobremente ataviados, se han detenido entre dos árboles, frente a un extremo de la fachada. Desde donde están pueden ver, en escorzo, un muro lateral con una fila de ventanas altas, pequeñas, enrejadas. El turista, sentado en un banco, levanta por un momento la mirada del periódico y los observa.

De una reja ha salido la palma de una mano. La mano se agita, y la mujer y el niño sonríen y saludan también, sin ninguna vergüenza, hacia la reja.

Pasa un minuto y la mano se retira de la ventana. El niño y su madre se miran, se sonríen de nuevo y se van cogidos de la mano, en medio de la gente.

El turista sigue sentado. Se mira la mano y lee la letra que componen en ella las arrugas: una M, la M de murderer, asesino. A continuación mira hacia la reja. Le aprieta la garganta, y si no fuera porque es un hombre maduro dejaría correr el llanto.

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