
Componen El otoño de Xheladin Bey seis cuentos: seis historias rurales de candor y de magia escritas con una imaginación explosiva y con un respeto religioso, encantador, de las tradiciones que atan al hombre a la tierra en esa exótica parte de Europa llamada Albania.
Como botón de muestra, Los Gjonomadhe y los Gjatolli, un cuento digno de ser leído antes que Abril quebrado, la famosa novela de Ismaíl Kadaré. Abril quebrado, ahora me doy cuenta, seguramente ha tomado muchos elementos de esa historia de venganzas infinitas de Kuteli. Salvo en el título, ciertamente enrevesado (al menos para mí), Los Gjonomadhe y los Gjatolli es más ágil, más fresco, que Abril quebrado. Y no por eso menos poético.
“La patria es la patria incluso cuando te mata”, escribió Kuteli en su testamento, con elíptica alusión a sus años de cárcel bajo la dictadura de Enver Hoxha. Lo mismo pueden decir de sus aciagos terruños las familias de los Gjonomadhe y los Gjatolli, hasta el día en que... No, no sigo: ya varias veces, a propósito de otros comentarios, me han criticado por contar el final. Me limitaré, por tanto, a invitar a la lectura del libro.
Sólo diré que también para Mitrush Kuteli parece haber llegado un nuevo día: en Pogradec, su ciudad natal, a orillas del lago de Ohrid, se acaba de inaugurar con gran pompa un monumento en su memoria.
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