domenica 27 settembre 2009

Juan Manuel de Prada: San Chesterton

En Alfa y Omega, Juan Manuel de Prada propone canonizar a Chesterton, a quien atribuye el milagro de su conversión. Éste es su panegírico, mínimamente abreviado.

Un santo de peso

(...) Como aquellos pescadores analfabetos que un día abandonaron sus barcas, tras escuchar las prédicas de Jesús, muchos lectores de Chesterton hemos sentido, después de leer uno de sus libros, que en sus delicias paradójicas, en su luminoso afán polemista, en sus piruetas teológicas y en sus malabarismos poéticos se cifraba una «emborrachadora verdad que danza y juega», la verdad de la fe cristiana. Y el sabor suculento de esa verdad no nos ha abandonado ya nunca.

Con mi añorado amigo don Eugenio Romero solía conversar sobre Chesterton. (...) De que Chesterton fue santo a ninguno de los dos nos cabía duda alguna: sólo la santidad puede transmitir al arte esa buena salud mental, ese sentido común bienhumorado y aplastante, esa alegría de comprender, de convencer, de disputar que descubrimos en las obras de Chesterton; sólo la santidad puede convertir el catecismo en una novela de aventuras, la teología en una intrépida epopeya, la devoción a la Virgen en un poema romántico. Chesterton estaba poseído de ese amor matinal por la Creación que sólo bendice a los santos; y se pasó la vida entera celebrando todo lo visible y lo invisible, con la exultación de un niño que se hubiese emborrachado con el vino de las bodas de Caná. Decía el gran Leonardo Castellani que Chesterton «tuvo la sabiduría del anciano, la cordura del varón, la combatividad del joven, la petulancia del muchacho, la risa del niño y la mirada asombrada y seria del bebé»; lo cual es tanto como decir que fue un santo, esto es: todo un hombre.

Chesterton fue el poeta del sentido común disfrazado de sinsentido, el príncipe de la sensatez disfrazada de locura. En Chesterton, la verdad se pone a hacer cabriolas, se carcajea de las viejas herejías que nuestra época vende como ideas nuevas, se pasea por el mundo jugueteando con todo lo que pilla, como un niño juguetea con el reloj de su padre. Chesterton destripaba todos los relojes que hallaba a su paso; pero, increíblemente, lograba recomponerlos de tal manera que, a partir de entonces, no se conformaban con medir el tiempo, porque el tiempo es asunto baladí cuando se descubre que los hombres estamos habitados de eternidad.

Fue el más sagaz, divertido y luminoso apologeta de la fe católica; fue un titán de la pluma tocado por la Gracia; fue un poeta que entendió que la fe es, ante todo, exultación y gozo ante las bellezas menudas y descomunales de la Creación. Está pidiendo a gritos que le hagan un hueco en los altares; pero habrá de ser, necesariamente, un hueco espacioso y con una sólida peana, porque, además de santo, Chesterton era un gordo como Dios manda, un gordo con una alegría de vivir de tonelada. Juan Manuel de Prada

2 commenti:

Anonimo ha detto...

Buongiorno,
scopro il suo sito mentre cerco notizie su Spengler. Incontro qualcuno che parla del Faust e che, come me, pensa in itagnolo. Bella la poesia della Merini, soprattutto il finale.
Rispetto a Chesterton, non capisco se si promuove la sua santificazione perché uomo santo o perché qualcuno si è convertito dopo aver letto i suoi libri. Personalmente, ho letto e riletto i suoi racconti prima e dopo la mia recente, inattesa e non richiesta, conversione. Provo lo stesso piacere di prima, anzi, rileggendo "L'uomo che fu giovedì" sono rimasto un po' deluso.
Lei parla anche dello scrittore senza lettori.
E' vero che si scrive per qualcuno che legga, così come si ama identificando l'amato, ma l'atto stesso di scrivere provoca una piccola felicità, inspiegabile per chi non l'ha mai provato.

Caminador

ALF ha detto...

Salve, Camminator! Piacere di conoscerti. È vero: Juan Manuel de Prada parla soltanto dei "miracoli" di Chesterton, non della sua santità di vita. Si sottintende che il miracoli è la conferma della santità, come il fumo attesta la presenza del fuoco... Per il resto, anch'io sono rimasto deluso dall'Uomo che fu giovedì, ma quella è una lettura di molti anni fa e forse non ne ero abbastanza attrezzato. Grazie del commento: certo che i lettori non sono imprescindibili, ma fanno comodo. Soprattutto se sono intelligenti come te.

Di niente.

Come mai l'interesse per Spengler?