venerdì 21 novembre 2008

Mi escritora preferida

¿Por qué Katherine Mansfield?, me pregunto a mí mismo. No es una pregunta fácil, pero la nueva edición española de su Diario (Lumen, 2008) me anima a intentar una respuesta.

Cuando Katherine Mansfield murió (1923), sus manuscritos inéditos quedaron en manos de John Middleton Murry, su marido. Su voluntad expresa era que éste publicara lo imprescindible y quemara lo demás. Él, sin embargo, tenía otros planes.

En esto, los destinos de Mansfield y Kafka coinciden. Kafka murió en 1924, también joven, habiendo confiado la quema de sus manuscritos a su amigo Max Brod, quien, como es sabido, publicará a partir de ellos El proceso (1925), El castillo (1926), América (1927), los Diarios (1948) y los Aforismos de Zürau (1953), además de un variado epistolario.

De su mujer, Murry publicó poesías (1923), un volumen de relatos (Something Childish, 1924), diarios (1927 y 1954), cartas (1928 y 1951) y una recopilación de apuntes misceláneos (1939). El escritor C.K. Stead, neozelandés como Mansfield, duda que Murry quemara uno solo de aquellos papeles póstumos, que él ha editado más recientemente. Le reconoce el mérito, eso sí, de haber ordenado eficazmente un material vastísimo y caótico. El Diario es una buena muestra de esa labor, pues de hecho sólo ocasionalmente llevó Katherine Mansfield un diario: lo que hoy conocemos como tal es fruto de una compleja selección de Murry entre anotaciones de muy variada procedencia.

En ese Diario recompuesto, Katherine Mansfield revela la genealogía de buena parte de su narrativa. In a German Pension (1911), Bliss (1920), The Garden Party (1922) y The Dove’s Nest (1923): estos son los títulos de los libros de cuentos que publicó (o preparó para publicar) en vida y que la han hecho famosa. Un centenar de relatos en total, si sumamos todos los póstumos, con un objeto característico para el que nuestra autora tiene un don particular: los sentimientos. Sus personajes, en efecto, actúan, y naturalmente piensan, pero sobre todo sienten. Es decir, sentimos que sienten: porque, como un experto en telas puede percibir al tacto todas las cualidades del género y clasificarlo mentalmente, Katherine Mansfield sabe tocar todos los registros del sentimiento humano y revelarlos del modo justo para que podamos descodificarlos en nuestro propio sentimiento. Para eso, su gran recurso es la oración indirecta libre.

No se trata sólo de los grandes sentimientos novelescos: amor, culpa, rencor... Se trata del multiforme espectro de sensaciones interiores que brinda la vida ordinaria. Una mujer ha gastado demasiado en ropa para sus hijas y sabe que su marido lo ha advertido, pero ve que finge ignorarlo, en espera del momento adecuado para sacar partido al enfado: en su ánimo hay frustración, ansiedad, decepción por la falsedad del marido... Es sólo un ejemplo.

De ese gran universo de sentimientos inventados, el Diario es también un espejo, naturalmente: el de Katherine Mansfield no es un diario de ideas, sino de sentimientos.

¿Basta esto para entronizarla como mi escritora preferida? No sé, pienso que no..., pero siento que sí.

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