venerdì 19 settembre 2008

El partisano Fenoglio

Beppe Fenoglio (1922-1963) es uno de los grandes nombres de la literatura italiana de posguerra. Aunque sean otros los escritores de su generación que más suenan (Italo Calvino, Leonardo Sciascia, Natalia Ginzburg), su obra, ya con medio siglo de solera, resiste bien el paso del tiempo: aún no ha dado lugar a un redescubrimiento explosivo en el mercado editorial, a algo análogo a los casos Marai o Némirovsky, pero con los años su peso se consolida.


Claro: Beppe Fenoglio tiene una historia que contar. Fenoglio ha hecho la guerra, y la ha hecho, más que como soldado (aunque también), como partisano: ha luchado en la Resistencia. Y es preciso decirlo: la Resistencia es el mito sobre el que se ha construido la Italia actual, como sobre la guerra de Troya se funda la Grecia clásica.


Fenoglio fue movilizado en enero de 1943 y pasó unos meses en un cuartel de la periferia de Roma, hasta que en septiembre, tras la salida de escena de Mussolini, el mariscal Badoglio pactó un armisticio con los aliados: en cuestión de horas, el ejército italiano se disolvió y el alemán liberó a Mussolini y ocupó el centro y el norte de la península. Ante aquel cuadro, y tras un accidentado viaje hasta su ciudad natal, Alba, en el Piamonte, Fenoglio se incorporó a la lucha partisana. Militó primero en una brigada comunista y luego en otra badogliana, y participó, con fortuna desigual, en varias acciones de guerra.


Una de las mejores novelas de Fenoglio es Un asunto privado, que vio la luz dos meses después de su muerte. En castellano ha sido publicada por Barataria (2004). El tema es la guerra, pero vivida, tal como dice el título, como cuestión personal. El partisano Milton se mueve en solitario y persigue un único objetivo: hacer un prisionero, por el motivo personalísimo de que necesita a alguien a quien canjear por su amigo Giorgio, capturado a su vez por los fascistas. Necesita liberar a Giorgio para que le explique por qué pocos días antes le ha traicionado: por qué se ha llevado, en su ausencia, a su novia Fulvia.


La experiencia de la guerra es común a Fenoglio y a otros escritores de su generación. Pero las coordenadas de la épica de Fenoglio son muy distintas de las de sus congéneres (o, al menos, de la mayoría de ellos): deslumbrados por la ideología, éstos solían mirar al futuro, mientras que a Fenoglio le interesaba sobre todo el pasado en el que la condición humana hunde sus raíces; atentos fundamentalmente a despertar en las masas la conciencia de clase, relegaban al olvido los destinos individuales, mientras que Fenoglio salía precisamente en busca del hombre solitario.


Yo en la “unidad de destino en lo universal”, como decía cierta retórica felizmente olvidada, no creo. Por eso prefiero a Fenoglio: prefiero la vocación personal al destino colectivo. Supongo que es el mismo prejuicio que hace que me inspire más confianza la psicología que la sociología.

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