domenica 29 maggio 2011

Un viaje a la infancia de Europa

La trayectoria literaria de Joseph Roth (1894-1939) tiene dos grandes etapas: la izquierdista de los años veinte y la conservadora de los treinta. En el paso de la primera a la segunda hay un punto de inflexión decisivo del que Las ciudades blancas es una crónica directa, día a día: el viaje que hizo Roth a Francia en 1925.

En Francia, Roth descubre lo que llama “la infancia de Europa”, una verdad de inocencia en la que es obligado reconocerse. “Desearía que el hombre nuevo”, escribe, “el próximo y el subsiguiente, el hombre de todas las formas por las que hemos de pasar y en las que tenemos que cambiarnos todavía, mantuviera el nexo con la infancia de Europa y con la suya propia o que la reencontrara como yo. En algún sitio debe de existir, creo yo, una zona protegida, en la que lo nuevo puede penetrar sin previa destrucción, deponiendo las armas e izando la bandera blanca de la paz”.

No es, por tanto, el desencanto de las expectativas juveniles lo que motiva el cambio ideológico de Roth, sino, al revés, la fascinación suscitada por un nuevo descubrimiento. Años más tarde, tras el ascenso de Hitler al poder, Roth tendrá que abandonar Berlín, y no sin motivo marchará a París; y allí morirá.

En el viaje de 1925, sin embargo, Roth visita sólo la cuenca del Ródano, de Lyon a Marsella: los nueve capítulos de Las ciudades blancas se titulan “Lyon”, “Vienne”, “Tournon”, “Aviñón”, “Les Baux”, “Nimes y Arles”, “Tarascón y Beaucaire”, “Marsella” y, como epílogo, “La gente”. En aquel paisaje provenzal encuentra Roth, sobre todo, un gran respeto por la historia: “Los niños de este país perciben que hemos de ser la continuación de los antecesores para no perdernos. Han sumergido la juventud en la historia. Empapados de la conciencia cultural de los tiempos pasados, afrontan críticos y en guardia las novedades. Nada puede asustarlos como a nosotros. A nosotros, cualquier noticia del periódico nos desequilibra. Hasta la guerra mundial pasó por este país sin dejar más rastro que el luto y las lágrimas. A nosotros, en cambio, nos infligió el caos”.

¿Es esto conservadurismo? Quizá sí, pero sólo en estado germinal. De hecho, las novelas del Roth nostálgico y legitimista todavía tardarán en aparecer. La primera, La marcha Radetzki, es de 1932.

Además, en un sentido al menos el Roth de Las ciudades blancas claramente no es conservador: en el sentido taurino. A su paso por Nimes, donde hay una plaza de toros, Roth deja escapar una rara manifestación de disgusto: “Ningún poeta de este país tiene nada que objetar a las corridas de toros. Muchos las glorifican. No puedo comprender que existan un patriotismo o un genio incapaces de ver que se trata de una bestialidad”.

Las ciudades blancas es un libro breve y cómodo de leer. Fue publicado en el año 2000, en tamaño agenda, por la Editorial Minúscula S.L., Sociedad unipersonal (sic).


2 commenti:

Mario Rosaldo ha detto...

Estimado ALF:

Es siempre gratificante leer sus artículos en castellano, o en italiano, los cuales más que críticas de los libros tratados, son argumentos contra la lectura prejuiciada de críticos y lectores. Este otro sobre Roth sigue esa línea argumental e incita por supuesto a disfrutar más el arte de la lectura que el ejercicio de poner etiquetas a tirios y troyanos. Gran trabajo el del blog.

Mario Rosaldo

ALF ha detto...

Vale, gracias. Escribo en castellano y en italiano no por ganas de marear, sino por comodidad. Cuando leo un libro en italiano –cosa no rara, si se vive en Roma–, me resulta más cómodo comentarlo también en italiano. Siento los daños para el idioma.