venerdì 15 ottobre 2010

En construcción

Cuando lo leí, hace muchos años, Ciudadela, el libro póstumo de Saint-Exupéry, me dejó bastante impresionado. Quizá demasiado, no sé: ahora lo hojeo a veces un rato, y no es raro que lo cierre con la sensación de que no es para tanto. Pero sigo recomendando su lectura.

Hay un pasaje que, desde luego, me ha ganado a la causa que defiende: ése en el que el futuro jeque oye a su padre el elogio de la construcción y la condena de la ciudad terminada. Tu pueblo vive no de lo que recibe, sino de lo que da, viene a decir el padre: una vez acabada tu ciudad, los mismos que durante la construcción han trabajado al unísono se convertirán en lobos que se disputan las provisiones. Y con su escritura abocetada, típica de esta obra ejemplarmente inacabada, escribe Saint-Exupéry: “Digo que mi obra está acabada simplemente cuando falta mi fervor. Entonces mueren porque están ya muertos”.

En mi ciudad natal, Barcelona, la metáfora de la construcción eterna, inacabada, tiene un nombre propio: el templo de la Sagrada Familia, de Gaudí, que después de más de un siglo de obras sigue a medio hacer. El Papa va a consagrarlo el próximo 7 de noviembre, pero después Barcelona seguirá levantando sus torres, labrando sus pináculos, esculpiendo sus fachadas... todavía durante muchos años.

Más de uno que me había dicho que no vería en vida la Sagrada Familia terminada ya se ha muerto. Yo no sé si la veré terminada. Lo que sí sé es que mientras la construyamos estaremos en el buen camino.

La perfección, dice el jeque de Saint-Exupéry, no está en detenerse, sino en trasmutarse en Dios. Bonita idea: bonita y estimulante idea, que pienso que de algún modo la misa del Papa en la Sagrada Familia va a confirmar.

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