domenica 10 febbraio 2013

Transformismo y desahucio

Por admiración o por envidia, todos alguna vez habremos deseado ser, en vez de nosotros mismos, otra persona. No ya tener, por ejemplo, el rostro de Clark Gable, o las piernas de Messi, o el ingenio de Mark Twain…, sino ser otro: ser precisamente Fulano de Tal, ese señor que más o menos conocemos y que nos parece tan superior en todos los aspectos, o simplemente tan feliz.

Si yo fuese usted…, de Julien Green, plantea esa aspiración como un objetivo perfectamente alcanzable. Fabien, el protagonista, se decide un día a ser Poujars, su jefe, y con un sencillo truco se convierte en él. “Arte diabólica es”, hay que decir con el portugués moratiniano. Sí, diabólica, y no solo por la condición de Brittomart, el personaje que otorga ese poder a Fabien, sino también porque, en sus sucesivos avatares (Poujars es el primero de cuatro), Fabien descubrirá que las apariencias engañan: el rico tiene mala salud, el hombre apuesto detesta a su mujer… La triste realidad que descubre Fabien en su viaje a través de las almas es que nadie está contento con lo que tiene. Es decir, que Brittomart le ha engañado.

Pero hay más. Con sus metamorfosis, Fabien va perdiendo su propio yo. Llega un momento en que desea ser él mismo, porque advierte que ya no lo es, pero ¿cómo  reencontrarse?

Si yo fuese usted… es de 1947: estamos a mitad de la larga vida de Julien Green (1900-1998). ¿Qué tendría Green en su mente cuando escribió esta novela? No lo sé: no conozco bien su vida. Solo sé que, nacido protestante, se había convertido muy joven al catolicismo, para alejarse de la religión en 1929, aunque luego lentamente había vuelto a la fe. En los años sesenta se sentirá tan católico que se quejará de los cambios que Pablo VI, tras el Concilio, había introducido en la liturgia, que a él, converso, le parecían una protestantización del rito católico, un regreso forzoso al protestantismo.

No creo que el transformismo religioso de Julien Green esté en relación con el transformismo de identidades de Fabien, pero claramente en ambos se da un proceso involuntario de desahucio interior. La ventaja de Julien Green es que él, al menos, encontró un padre que sin duda le apreciaba y que seguramente le hizo sentirse en casa. Muchas quejas similares a la suya debieron de llegar a oídos de Pablo VI, pero solo él recibió una respuesta directa, personal, del Papa, en forma de carta: una carta clara, pero paternal y generosa. 

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