domenica 14 agosto 2011

Van der Meersch 32

Estuve unas horas en Barcelona, al final del verano pasado, y en la feria del libro de ocasión encontré por 10 euros un tomo de las Obras completas de Van der Meersch, editadas por Janés en 1953. Incluía cinco novelas, entre ellas Invasión (en el original francés, Invasion 14), según algunos la obra maestra de ese autor, del que hoy tan pocos se acuerdan.

Invasión ocupa casi quinientas páginas, un poco menos de la mitad del volumen, y la verdad, no me ha parecido tan extraordinaria. Es un intento de recrear Guerra y paz en ambiente francés y con el telón de fondo de la primera guerra mundial, pero pienso que la comparación con la empresa de Tolstoi debería hacer ruborizar al más sólido admirador de Van der Meersch (que quizá soy yo mismo).

Más aún, las demás novelas del volumen me parecen mejores. Una de ellas es La casa de las dunas, de 1932, la primera de Van der Meersch, que tenía entonces 25 años.

La casa de las dunas es una historia de contrabandistas. Naturalmente, el contrabandista es el bueno y el policía el malo. Tiene un cierto paralelismo con un relato contemporáneo, también primerizo, de Josep Pla, uno de los mayores escritores catalanes del siglo XX: Contraban (es decir, Contrabando), el fragmento más conocido de los que componen Coses vistes (1925), la primera obra de Pla.

Como para Josep Pla, también para Maxence Van der Meersch el contrabando era una “cosa vista”: antes de escribir la novela no solo se había documentado, sino que había ido de noche a ver pasar tabaco clandestinamente a través de la frontera entre Bélgica y Francia (Pla había vivido una experiencia similar, en una barca de contrabandistas ampurdaneses que sorteaba por mar el confín entre España y Francia).

El protagonista de La casa de las dunas es contrabandista y está casado con una antigua prostituta, pero manifiesta una voluntad de redención extraordinaria, a tono con su indomable fuerza física. En su aspiración a hacerse materialmente uno con la isla de pureza representada por la casa de las dunas hay un potente dramatismo, que es lo que más me ha atraído de este relato de miseria y rescate. En obras posteriores, tras su conversión en torno a 1934, Van der Meersch cristianizará ese punto de llegada desesperadamente anhelado, pero el armazón moral que va a ser típico de su narrativa está ya presente, con todos sus rasgos propios, en esta primera novela.


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