domenica 27 marzo 2011

El teatro de Tennessee Williams

El centenario de Tennessee Williams (1911-1983), que fue ayer, casi ha coincidido con la muerte de Elizabeth Taylor, la inolvidable Maggie de la versión cinematográfica de La gata sobre el tejado de zinc. Honor a ambos, y también a una época gloriosa de Hollywood que difícilmente volverá: una época en la que la industria del cine todavía podía llamarse séptimo arte.

En su momento, naturalmente, también El zoo de cristal (1945), el primer éxito teatral de Tennessee Williams, tuvo su adaptación a la gran pantalla: se estrenó en 1950, con Kirk Douglas en el papel de Jimmy. No la he visto, pero al menos el libro lo he leído. En español, la última edición es seguramente la de Losada (2007).

¿Qué representa la colección de animalitos de cristal de Laura Wingfield, la joven neurótica a la que el candoroso Jimmy O’Connor, el amigo de su hermano, visita un día en su casa? Yo quiero pensar que ese zoo de vidrio es una metáfora de ella misma: de su bondad natural y de su fragilidad. Pero evidentemente lo es también de su familia, ámbito de sordidez y desencanto en el que el hombre deja de ser animal social para ser simplemente animal; y en el que esa triste condición es transparente, indisimulable.

La familia de Amanda Wingfield y sus hijos Tom y Laura es, a su vez, una transposición de la familia del propio Tennessee Williams (TW, como Tom Wingfield): el padre se largó de casa, y entre la madre posesiva y atolondrada y la hermana Rose, enferma mental, la infancia y la juventud del futuro dramaturgo transcurrieron mísera y tormentosamente. Éste nunca perdonó a su madre la lobotomía que permitió que se practicara a Rose, que al cabo la convirtió prácticamente en un vegetal.

El zoo de cristal es una venganza de Tennessee Williams contra su madre, pero ésta asistió a una de las primeras representaciones y salió muy contenta. Porque, en efecto, El zoo de cristal no es sólo una historia amarga para ver con antidepresivos. Es también una historia tierna. Por eso funciona bien en el cine, no menos que otras obras más duras, más morbosas, de Tennessee Williams (además de La gata sobre el tejado de zinc, ya citada, pienso ahora en La noche de la iguana y Un tranvía llamado deseo).

Por su intensidad de sentimientos, algunos consideran excesivo el teatro de Tennessee Williams. El zoo de cristal, en todo caso, es delicadamente excesivo.

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