Las
ideas de René Girard quizá un día nos parecerán rancias. Yo, al menos, no tengo
demasiada fe en su insuperabilidad. Pero mientras sigan en cartelera estoy
contento, porque nos provocan en un tema, el del mito, que tendemos a
considerar una categoría vencida por la historia pero que, como tan bien
explica Roberto Calasso, no solo sigue ahí, sino que es nuestro talón de
Aquiles.
Girard
y Gianni Vattimo son coautores de ¿Verdad o fe débil? (Paidós, 2011),
una recopilación de cinco textos de los últimos quince años: tres debates entre
ambos y un artículo de cada uno. Paidós es la editorial que publica en España
las obras de Vattimo, pero aquí el protagonista, quien impone la agenda, es
Girard. De todos modos, Vattimo, en la polémica con Girard (polémica relativa,
porque pretende estar de acuerdo con él), encuentra cauce ancho para desplegar
sus tesis.
La
idea fundamental de Girard es la del chivo expiatorio (Girard es antropólogo,
no filósofo). Las sociedades, dice él, siempre se han compactado internamente
por medio de la sublimación de la violencia innata de los individuos en un
origen mítico colectivo en el que se sacrificó a una víctima teóricamente culpable
de todos los males. En este sentido, la tradición judeocristiana resulta excepcional,
pues en ella Dios ya no quiere sacrificios humanos (véase el caso de Abraham e
Isaac), y la víctima sublime, Jesucristo, es inocente.
Para
Vattimo, eso significa que la misión histórica del cristianismo es revelar la
impostura de la religión, incluida, lógicamente, la de la propia religión
cristiana. No es una crítica al cristianismo: al revés, Vattimo ensalza el
mensaje cristiano de la caridad, tan opuesto al de los mitos precedentes, y
llega a decir que Girard le ha hecho reconciliarse con su fe juvenil, aunque no
tanto como para retomarla (“gracias a Dios, soy ateo”, dice filosóficamente).
¿Puedo
decir lo que pienso? Yo veo que Vattimo ensancha demasiado el concepto de
violencia. Para él, toda autoridad es violencia. No solo: la misma idea de ser
es ya violenta, por lo que hay que cargársela. “Hay una efectiva reducción de
la violencia a través de la reducción de la fuerza de nuestros argumentos con
relación a los conceptos de naturaleza, ser, verdad, etc.”, dice. Y yo me acuerdo
de aquello de Goebbels: “Pasaremos a la historia o como los mayores estadistas
o como los mayores criminales de todos los tiempos”. Dependiendo de quién gane
la guerra, se entiende: porque si el bien, el mal, la verdad, se aligeran, como
pretende Vattimo, no sabemos adónde puede llevárselos el viento de la historia.
Girard,
por su parte, no piensa que el cristianismo sea la religión de la disolución:
él es optimista, piensa en el cristianismo como una fuerza eminentemente
constructiva, con una gran tarea por delante (dos mil años de historia no son
nada, dice). Eso sí, a diferencia de Vattimo él cree en Dios, en Jesucristo, en
la Iglesia…, y en la misa como sacrificio.